domingo, 18 de noviembre de 2007

Perfil

Impulsor de un nuevo proyecto cultural en Providencia:

El coleccionista de recuerdos
La tarea de los reparadores de muebles antiguos en avenida Italia con Caupolicán no es liviana. El sonido de las lijas y de los martillos se escucha casi sin descanso. Entremedio de todas las casonas antiguas donde se ubican los locales, se encuentra el nicho de Héctor Lamur, un trabajador como cualquiera, que vende artilugios antiquísimos como pocos y que tiene un proyecto social único.
------------------------------ Por Juan Villagrán S.

“Pásame el cartonero”, le dice con tono de cirujano, Héctor Lamur a su ayudante, sin perder la vista en unos volúmenes de la Revista Zig-Zag de 1905. “Son del año uno de su existencia, una verdadera reliquia”, sostiene con orgullo este reparador de muebles y comerciante de antigüedades, mientras separa con el cuchillo cartonero los ejemplares que venían pegados.

Con 62 años de edad, este hombre tiene una gran energía. Mantiene un estado físico perfecto y casi no tiene arrugas en su oscura cara. Tan sólo posee canas en las partes laterales de su rizada cabellera. Reconoce que el no beber alcohol y no fumar, además de toda una vida de trabajo, han sido importantes para estar como tuna. Es viudo y tiene seis hijos, de los cuales cuatro han seguido el mismo oficio que el padre. Con tradicionalismos así, que pasan de generación en generación, se puede notar que el trabajo para Lamur significa mucho más que una forma de ganarse el dinero.

Hace más de 30 años que Lamur realiza el mismo trabajo en el sector. Antes fue vendedor de volantines y de pan amasado, en Mapocho. Ya en la época de Salvador Allende, trabajó como jardinero en el Servicio Nacional de Salud. Cuando las Fuerzas Armadas se tomaron el poder, todo se le hizo más difícil. “Se me catalogaba de conflictivo, porque exigía mis derechos”, recuerda. El despido no tardó en llegar y este “problemático” trabajador tuvo que buscar otras formas de ganarse la vida. Por un breve tiempo fue maestro de la construcción, pero finalmente, se instaló en avenida Italia.

Con un dejo de añoranza, Lamur cuenta con una voz pausada y con un tono trascendental: “Tengo un proyecto social. Quiero crear una sala con un pequeño anfiteatro para exponer cosas antiguas, que ayuden a comprender el cómo somos hoy en día”. Este proyecto va en serio. El coleccionista ya tiene las 24 butacas y está siendo asesorado en decoración por el actor Jorge Guerra (Pimpón). Acerca de la relación con el actor, Héctor Lamur añade “Nos conocemos hace ocho años, él vino para mi local a revisar antigüedades. De ahí en adelante que somos gran amigos”.

El reparador de muebles pretende que el salón esté ubicado en avenida Italia y que sea gratuito. Reconoce que no ha tenido, ni tampoco pretende tener un apoyo económico estatal o municipal por el momento. “Ahora que no tengo que alimentar a hijos, he juntado plata por años para esto”. Sobre las pretensiones de esta iniciativa, comenta: “Los museos son mudos exponentes de los temas sociales. Yo quiero que esto sea participativo, que cualquier persona que quiera hacer un ciclo de cine antiguo o alguna exposición de filatelia, que lo haga. Lo principal es que un niño pueda venir con su abuelo a aprender de forma interactiva, aunque sean diez minutos”. Para este emprendedor, el plan no es para nada una idea arrebatada. La explicación de lo que hace se refleja muy bien en una frase que comentó en compañía de su ayudante, “El ser humano vive muy poco. No alcanza a crecer, entender, comprender ni desarrollarse plenamente”. Por lo mismo a este romántico coleccionista le gustaría ser como su madre, que este año cumplirá 90 años.

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