sábado, 8 de septiembre de 2007

Nada mejor que un buen plato de recuerdos

Providencia es una comuna tradicional de Santiago de Chile. Tan tradicional, que sigue manteniendo lugares de conversaciones y tertulias, cosa olvidada por la mayoría de los transeúntes que deambulan presurosamente en la avenida Salvador, Condell y avenida Italia, tratando de llegar lo más pronto a la estación de metro Parque Bustamante, para luego tomar un carro infernal que los llevará rápidamente a su hogar, a costa de codazos y hedores insoportables, ya característicos de los dos millones de personas que usan el metro día a día.

El sol ya no alumbra, la gente que pululaba en avenida Italia está en sus casas. Ahora por fin, surge la conversación, el valor de los recuerdos y la construcción de la historia de una época, una comuna y un país.

Caminaba yo en la oscura vía itálica, en busca de vida y luces. Entretención, quizás. Lo cierto es que no había nada de eso. Yo creía firmemente que los restoranes tan afamados como De cangrejo a conejo, Mucca y Scena, animarían a una lúgubre arteria de Providencia. Estaba equivocado, todos los locales que aparecen publicados en los diarios La Tercera y El Mercurio, los mismos que son visitados por afamados artistas y personajes televisivos, como Paola Volpato y Felipe Ríos, estaban cerrados, siendo las ocho de la noche de un día sábado. Para sorpresa mía, escuché una música, como la que oían mis abuelos. Me acerqué al lugar donde se encontraba el aparato que emanaba las arcaicas melodías de Carlos Gardel y Paul Anka. El vinilo estaba acompañado de centenares de libros de toda clase, monedas y botellas antiguas, muebles hechos de madera de araucaria y fotos en blanco y negro. Todo guardaba su historia, como la colección de libros de la desaparecida editorial Quimantú, que fue clausurada por el régimen militar; las revistas preferidas por los jóvenes de antaño, como la Estadio o la Peneca y los periódicos de los 70`, como Impacto o Tribuna, que en su portada del 22 de mayo de 1971 titulaba: “El peor mensaje jamás oído”, en alusión al discurso hecho el día anterior por Salvador Allende, presidente del país en aquella época. Tan directo como el periódico Tribuna, pero con una ideología diferente, es Héctor Lamur, dueño de todas las antigüedades del local y conversador nato. Cuenta con un profundo desencanto, cómo los jóvenes en la actualidad debaten acerca de “usar el pantalón a medio o a un cuarto de cachete”, siendo que él en su etapa juvenil peleaba por el rol de la educación, que “debía ser unificada” y acorde al gobierno de Salvador Allende. También reflexiona sobre el cambio que ha tenido el sector, que antes tenía a la cultura como eje, con el Teatro Italia –hoy discoteque Club Miel—que exhibía películas populares, en contraposición del enfoque del barrio de hoy, que tiene al sector gourmet y de entretención como principales atracciones. Sin embargo, un día once de agosto de 2007, la única señal de vida en avenida Italia, fue un local de antigüedades, ubicado en la intersección con la calle Caupolicán, lugar que atesora buena parte de la historia de Chile de la segunda mitad del siglo XX.

No hay comentarios: