domingo, 28 de octubre de 2007

Club Miel:


Bienvenidos al panal

Santiago, 12 de la noche. Hace rato que no pasa una micro y la gente comienza a impacientarse. Muchos temen a que los asalten, algunos no quieren llegar tarde a casa y otros se lamentan porque llegarán atrasados a la disco y tendrán que ponerse al final de una gran cola. Esto último le ocurrió a un grupo de jóvenes que con sus chaquetas de cuero apretadas, estrictas chasquillas diagonales y uno que otro pelo parado, tomaron el recorrido 210 que tanto se demoró en pasar, hasta llegar a avenida Italia con Bilbao. Bienvenidos al panal.

--------------------------------Por Juan Villagrán S.

En el club miel sólo se acepta música popular. Todas las semanas, de lunes a jueves, se pueden oír artistas muy variados e internacionales, como Marco Antonio Solís, Ráfaga y Wisin & Yandel, claro que al ritmo de las barridas y silbidos de las dos personas que limpian el local toda la mañana, luego de un fin de semana intenso. Así por lo menos, viernes y sábado, no existe el monopolio de las abejas obreras que sintonizan la Radio Corazón, sino que cada persona que paga su entrada baila al ritmo de la música de los 80`, electrónica, new wave y pop, disfrutando de un buen ambiente, típico de carretes al estilo Miel.

Estilo Propio

El gran panal siempre ha gozado de una identidad marcada y diferenciadora. En sus comienzos, fue construido especialmente para ser un cine comunitario. Ya en esos años (1934), tener un cine en el barrio, donde se pudieran ver películas extranjeras y los noticiarios, era una novedad. Ahora tener una disco no es exclusivo, pero sí lo es tener un espacio donde se junten distintos tipos de modas, con distintas tendencias sexuales y distintos gustos musicales, sin discriminación alguna. Es necesario romper inmediatamente con el mito de que el Club Miel es una disco exclusivamente gay.
En el local se realizan distintos tipos de eventos: los que producen los mismos dueños, que son generalmente los días viernes; allí, generalmente entra mucha gente gay, alrededor del 50 ó 60 por ciento –según el dueño--. La razón se debe a que nadie ve como anormal que alguien se bese con una persona del mismo sexo, “aquí no importa si te metes con un hombre o con una mujer, eso da lo mismo…lo valorable, es que la música y las personas son liberales y por eso se pasa increíble”, opina Cristián Muñoz, persona asidua a la discoteca. El otro tipo de eventos, son los que realizan productoras externas, que son dedicados a un público más específico, como conciertos de rock, o fiestas hiphoperas, donde la presencia de heterosexuales es casi absoluta. Pero sin duda alguna, la fiesta de producción externa con más éxito que se realiza en la colmena, es La Noche de Divas, donde arriba del escenario se reúnen las abejas reinas, al ritmo del pop glamoroso de Madonna y Kylie Minogue.

Primera escala: al son de Madonna

Las puertas se abrieron y la ordenada fila que estaba apostada hacia el lado de la avenida Bilbao, comenzó a avanzar. Cada persona que ingrese al local tiene que ser revisada por los guardias que visten un pulcro traje formal, dándole una exclusiva distinción al panal. Las abejas son revisadas por una mujer, mientras que los zánganos son revisados por un hombre, algunos de ellos muestran toda su felicidad al ser revisados y piden más acuciosidad al impasible hombre de seguridad.
Una vez adentro de la colmena, se trasluce de las ventanas de los baños, figuras femeninas que se cambian de ropa. Son las promotoras que llegaron algo atrasadas y que salen rápidamente del improvisado camarín para repartir condones al público. Atrás del mesón de promotoras, está la entrada al galpón de baile, que es el lugar que concentra mayor cantidad de abejas y zánganos, que revolotean alrededor de las luces multicolores del panal, moviendo sus lancetas al son de la semidiosa Madonna, muchas veces en búsqueda de algún amorío pasajero. “Aquí se agarra una mina con una mina o un hombre con otro hombre, este lugar es territorio de nadie”, explica Constantino Girardi, administrador del local.

Entrepiso-entre parejas

En el primer nivel, bailaban al ritmo de Madonna, Jennifer López y las grandes divas, dignas de admiración por muchos asistentes, ya sea por su fama o la sensualidad irreverente que encarnan. Subiendo las escalas, se llega al entrepiso. La música cambia, el ambiente también. El espacio es pequeño, con pocas luces y sillones cómodos. La música electrónica es la que manda y unos pocos zánganos bailan desenfrenadamente. Otros conversan cómodamente en la oscuridad y algunos tienen fugaces amoríos, dándose apasionados besos, claro que todo queda en eso, y no en relaciones sexuales, “porque esto no es un motel y el que no lo entienda así, tiene que irse”, comenta Girardi.

¿Y los abejorros?

Hasta el momento, el recorrido del panal parecía demasiado juvenil, destinado mayoritariamente a un público de los 18 años a los 25. Pero los abejorros – aparentemente treintañeros--, también tienen su sector. En el segundo piso o sector VIP, está la onda más antigua: Duran Duran o Depeche Mode, suenan con frecuencia, “Son grupos que rememoran la época ochentena, por eso tienen éxito en este tipo de fiestas, grita Mauricio, el DJ a cargo de la fiesta, que se desempeña por más de 10 años en el mismo oficio.
Las conversaciones fluyen en un ambiente más tranquilo y luminoso que en el resto del panal. Se consume con tranquilidad toda clase de néctares, que cuestan en promedio 1.500 pesos, “Precio razonable y justificable si es que lo estás pasando bien. El problema es que cada vez los cabros se ponen más barsas (aprovechadores). Tú le das la mano con una promoción, y después te agarran el codo para siempre”, se queja resignado el dueño.



Enjambre de amenazas

El éxito de la disco, radica en la variedad de gente que asiste y en el ambiente liberal. Las personas se sienten felices, y así lo demuestran en estos tres años de vida y apogeo que ha tenido el club.
Pero no todo es miel para Constantino Girardi, administrador del local. A pesar de las libertades que se le otorga al público, siempre hay personas que sobrepasan los límites, que en este caso son: el Club Miel no es un motel y tampoco se aceptan drogas. El administrador, a pesar de estos problemas, no se preocupa ni se molesta en demasía, porque tiene un personal de seguridad bastante estricto y, además, no tienen tapujos –como en otras discotecas—de echar a las personas que infrinjan el exiguo e implícito reglamento.

Constantino o “Conti”, como le dicen en la disco, cocinero de profesión, es el gran abejorro del lugar, el personaje que está a cargo del negocio familiar (con bastante tradición en el sector, de hecho, la ex sombrerería Girardi fue parte de sus consanguíneos) y sobre él recaen todos los problemas verdaderamente grandes.

La policía de investigaciones ha interrogado al “Conti”, por un tema de drogas dentro del local, donde supuestamente se habría culpado—por parte de Girardi- a un joven que portaba una jeringa con sustancias extrañas. Finalmente, no se comprobó nada. Otras veces, los vecinos del sector, denunciaban en carabineros la presencia de personas que se drogaban hasta la mañana en las afueras del club, una vez concluido el carrete. Recién ahora este gran problema se solucionó, puesto que los policías aguardan a la salida del panal después de cada fiesta.

Otro tipo de amenaza, es la comercial. Increíblemente la competencia no son otras grandes discos, como la Blondie o la Bal-Le-Duc, sino que los pequeños locales, que están brotando en masa y no tienen un público recurrente o fiel. “Aparentemente un pequeño local no es problema, porque tienen capacidad para 200 personas, pero 200, más 200, y así unas ocho veces, ¡claro que nos merma de cierta forma!”, dice el ex cocinero.

A pesar de la rotativa del público infiel, de disco en disco; las abejas, zánganos y abejorros que asisten al panal son una gran cantidad, la suficiente para llenar el local y pasarlo muy bien.

Así que tranquilos, hay miel para rato.

Crónica-noticia CCP

Colegio municipal de mujeres con mejores resultados en la PSU:

Carmela Carvajal: emblema del lesbianismo

En la actualidad es fácil reconocer a muchachas de entre 15 y 18 años que visten jumper, blusa blanca y la reconocida insignia celeste con la sigla del colegio, besándose en el Parque Bustamante, dejando de manifiesto una situación que cada vez se hace más común a la vista de cualquier transeúnte del sector sur-poniente de Providencia. Posibles respuestas para esta inusual situación hay muchas.

------------------------------ Por Juan Villagrán S.

La vida de las minorías sexuales en Chile está al límite de la clandestinidad, siempre es un misterio dónde se relacionan afectivamente y dónde estudian. Sin embargo, en el caso del colegio Carmela Carvajal de Providencia, llamar minoría sexual a las alumnas homosexuales puede ser discutible.
Estadísticas claras o cifras exactas de cuántas alumnas gays hay en el colegio, es imposible encontrar, puesto que en ningún establecimiento educacional de Chile es imprescindible saber –oficialmente por lo menos—la tendencia sexual de sus alumnos. Pero sí es fácilmente reconocible que en el colegio femenino, ubicado en avenida Italia, hay un fenómeno claro e inusual de lesbianismo, que ya lleva unos cuantos años.

El boom

En 2003, el Carmela Carvajal de Prat (CCP) ya comenzaba a dar signos de lesbianismo a través de la prensa, medios como el periódico electrónico Opus gay y el diario Las Últimas Noticias, daban a conocer la persecución por parte de las autoridades del colegio a alumnas lesbianas, ya que, según las paradocentes del establecimiento “las niñas era portadoras de enfermedades infecciosas”. Pero no fue hasta 2005, cuando el “fenómeno” se expandió y alcanzó su grado máximo, siendo la problemática del lesbianismo la principal preocupación de las autoridades del colegio en ese entonces. “Las niñas no podían andar de la mano, cosa común en nuestro género”, explica Solange, alumna de cuarto medio, que recuerda las medidas de las inspectoras para evitar tendencias lésbicas en el establecimiento. “En esos tiempos se empezaron a hacer fiestas gays en las casas de compañeras, donde la promiscuidad era alta” cuenta Geraldine, que también cursa cuarto año medio y reconoce su homosexualidad sin problemas, aunque ahora mantiene un bajo perfil en el colegio. “Es que cuando una es más chica anda alumbrando por todos lados que se `comió’ a una mina, es una etapa típica cuando una cursa segundo medio, porque en esa etapa andamos descubriendo todo”, agrega. Cabe recalcar, que hasta el día de hoy, el colegio está separado en dos pabellones, uno para las alumnas más pequeñas (séptimo y octavo año básico) y otro para las niñas mayores.

Reacciones

En el proceso de educación –por parte de la familia y el colegio—y en el descubrimiento sexual—por parte de las niñas—hay muchas respuestas y comportamientos en relación al lesbianismo.
Las jóvenes suelen ocultarle su tendencia a la familia, pero en la mayoría de los casos el núcleo sanguíneo sospecha de la homosexualidad de sus hijas. Lo mismo pasa en el colegio, donde los profesores e inspectoras saben lo que pasa, pero en la actualidad, a dos años de su boom, enfrentan el fenómeno con normalidad, más bien con resignación. Antes las directivas del establecimiento echaron a alumnas lesbianas, claro que por otras razones, como a Catalina Córdova. Cercanas a ella, afirman que Catalina sufrió una persecución y que por anotaciones “fantasmas”, ella fue expulsada del colegio, a pesar de que tenía promedio arriba de seis.

¿Moda o un fenómeno complejo?

Muchas personas se preguntan por qué pasa esto en el colegio. La mayoría del alumnado cree que es por moda, de hecho algunas lesbianas ya de cuarto medio, dicen: “muchas niñas (de segundo medio) se besan con todo el Carmela y a la salida las está esperando el pololo”.
Por otra parte, se puede pensar que el fenómeno es a causa de una falta de educación sexual tremenda, así lo explica Jorge Sepúlveda, padre de una alumna del colegio, “a mi hija le hacen un taller de enfermedades venéreas, eso es todo”. En la actualidad se hace el PADEM donde un objetivo de la Municipalidad de Providencia es tener a lo menos dos talleres de afectividad en el año, cosa que no se hace según las alumnas, que sólo asisten a un taller opcional, donde tres de las 25 alumnas que asisten, son gays.